VALLEHERMOSO
Ayer llovió.
Esta mañana el cielo está tan limpio
como si el ángel de la pulcritud
lo hubiese enjabonado.
Brillan las palmeras y sus racimos de oro,
relucen los basaltos,
la hortensia de mi vecina resplandece orgullosa,
las sabinas centellean en las laderas
que se abren hacia el mar.
¡Es tan fácil estremecerse intensamente!
Pero quien me enseñó la emoción
olvidó decirme cuánto pesa,
qué carga insoportable
sin otro cuerpo cerca que la sufra.